Las sagas de cirujanos Pi Figueras y Garriga
Jaume Pi Figueras era hijo de un barbero de Pals compositor de sardanas. Estudió bachillerato en los maristas de Girona y se licenció en Medicina en Barcelona, en 1923. Mientras estudiaba la carrera, trabajó como interno y ayudante del servicio de Manuel Corachan en el Hospital de la Santa Cruz. Era considerado un cirujano general muy versátil y completo, capaz de afrontar cualquier tipo de intervención, ya fuese de intestino, hernias, apendicitis, estómago, o lo que hiciera falta.
En 1946, Pi Figueras fue nombrado director médico de Clínica Corachan y durante toda la postguerra y hasta finales de los años setenta consagró la clínica de su maestro como centro de gran fama y prestigio tanto a nivel internacional como en la propia Barcelona. En 1950 ganó el concurso para convertirse en jefe de servicio de cirugía del Hospital de Sant Pau. Organizó cursos de perfeccionamiento quirúrgico a los que asistían profesores extranjeros, impartía y participaba en conferencias y congresos, y promocionaba colaboraciones con otros servicios. Todo ello contribuyó a que su prestigio se disparara y fuera conocido en todo el mundo. Su trayectoria profesional fue reconocida con diferentes premios: en 1973, la Societat Catalana de Pediatría le otorgó el Premi Virgili; en 1976, el rey Juan Carlos I le condecoró con la Gran Cruz de la Sanidad y, en 1994 la Generalitat de Catalunya le distinguió con la Creu de Sant Jordi.
Entre sus colaboradores más destacados cabe citar al doctor Pere Gabarró García, padre de la cirugía plástica en Catalunya, al doctor Jordi Puig-Lacalle i Cusí, sucesor en la dirección del servicio en el Hospital de Sant Pau, así como el doctor Vicenç Artigas Riera.
Uno de sus tres hijos, Jaume «Jim» Pi Figueras Badia, fue también cirujano. Aunque al principio este quedó un poco a la sombra de su padre, que a sus ochenta y cinco años aún atendía a sus pacientes y operó casi hasta el final de su vida, fue también un gran cirujano y una persona muy querida en lo personal y en lo profesional. Se casó con la hija de los industriales de Igualada de Punto Blanco, que habían popularizado los calzoncillos de marca Jim, de ahí su apodo. Pero un cáncer de pulmón hizo que muriera de manera temprana, causando un auténtico duelo en la clínica.
Otra de las sagas de cirujanos en Clínica Corachan fue la de Jordi Garriga Barberà y su hijo Jordi Garriga Viayna. El padre, cofundador de Clínica Corachan, fue mano derecha de Pi Figueras, a quien le llevaba sus enfermos. El hijo, Jordi Garriga Viayna ya de muy joven empezó a ser consciente de la herencia médica que le había tocado. Él mismo cuenta que “Pi Figueras no habría podido alcanzarla fama sin haber contado con un cirujano de su más completa confianza como mi padre, una bellísima persona que entendía la vocación médica como una entrega a los demás y que aplicó el juramento hipocrático al pie de la letra”. Todos los días de su vida, sábados y domingos incluidos, el doctor Garriga estaba en Clínica Corachan, a pie del cañón, hasta bien entrada la noche. Por primera vez, en Clínica Corachan había un cirujano de guardia para lo que hiciera falta. El doctor Jordi Garriga Viayna recuerda que todos los domingos de su infancia y juventud los pasaba en la clínica ayudando a su padre, visitando pacientes e incluso acompañándole en el quirófano. Y rememora cómo desde el tejado de la clínica, si no había trabajo, seguían los partidos del Espanyol, “aunque éramos culés”-puntualiza. “Se veía medio campo de Sarrià, el área este, que daba al mar. Para el resto, teníamos que desarrollar un trabajo de imaginación notable. Cuando jugaba el Barça, nos íbamos al Camp Nou, pero era la única excepción que hacíamos”.
El doctor Jordi Garriga Viayna vivió con intensidad el contacto estrecho con Pi Figueras. Recuerda bien que Pi Figueras “tenía unas manos grandes, manos de payés, para trabajar el huerto, pero no para operar. Sin embargo, fue capaz de convertirse en el cirujano más fino de su tiempo”. También señala que, de los dos tipos de jefe que existen, jefe o maestro, Pi Figueras era un maestro. El jefe dirige, pero no lo da todo para no perder prestigio. Pi Figueras, en cambio, era un maestro porque daba todo lo que sabía, se alegraba al comprobar que el primer o el segundo ayudante sabían tanto como él. Este tipo de persona no abunda”.