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1 de abril de 2022

¿Cómo interpretar los resultados de un análisis de sangre?

Siempre que un médico atiende a un paciente, a través de las preguntas y la exploración física se obtiene una información muy útil y en ocasiones suficiente. Sin embargo, a veces para poder llegar a un diagnóstico, valorar la evolución, modificar o no el tratamiento y, en definitiva, para tomar una decisión clínica, se precisa información complementaria a través de las pruebas diagnósticas, entre las que destacan las de laboratorio, siendo las más comunes los análisis de sangre.

A menudo recibimos los resultados de un análisis de sangre, pero es importante entender que siempre es el médico quien debe valorarlos, para unir esta información al contexto clínico e historial del paciente. Un resultado aislado que está ligeramente fuera del intervalo de referencia puede tener o no significación clínica. Es posible que el médico repita la prueba o que se interese por los resultados previos, en el caso de que el paciente se haya hecho esta prueba con anterioridad.

Dentro de los análisis de sangre, las pruebas generalmente más solicitadas son el hemograma y algunas determinaciones de bioquímica sanguínea. A continuación, les proporcionamos unas nociones generales sobre

  • El Hemograma, también conocido como: Recuento celular y fórmula o recuento celular con diferenciación. El hemograma es la prueba en la que se evalúan las células de la sangre: los hematíes (eritrocitos o glóbulos rojos), leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas. Se solicita en numerosos estudios para evaluar el estado general de salud y también para detectar una variedad de patologías, como infecciones, anemias y leucemias.

 

¿Qué contiene un hemograma?

  • Hematíes o recuento de glóbulos rojos: Los hematíes (glóbulos rojos o eritrocitos) son las células que contienen la hemoglobina. En los hombres su concentración debería estar entre 4,5 y 5,9 millones/mm³ y en las mujeres entre 4 y 5,2 millones/mm³. Los hematíes tienen una vida media de unos 120 días; la médula ósea está continuamente produciendo hematíes para ir reemplazando los que van muriendo o los que se pierden por sangrado.

Todos los eritrocitos tienen habitualmente una forma y tamaño muy similares. Sin embargo, pueden observarse variaciones cuando hay falta de vitamina B12, folato o hierro, así como en una gran variedad de trastornos de origen muy diverso.

Cuando no hay una cantidad suficiente de eritrocitos normales (y si la cantidad de hemoglobina es inferior a un valor determinado), se dice que existe anemia y aparecen síntomas como fatiga y debilidad. Con menor frecuencia, puede observarse un exceso en el número de hematíes (eritrocitosis o policitemia), que, en casos extremos, puede alterar el flujo de la sangre en venas y arterias de pequeño tamaño.

  • Hemoglobina (Hb): Es la proteína que transporta el oxígeno en la sangre. Los valores normales en hombres deberían estar entre 13,5 y 17,5 g/dL y, en las mujeres, entre 12 y 15,5 g/dL.

Conocer la concentración de hemoglobina ayuda al diagnóstico de los trastornos que afectan a los glóbulos rojos; para determinar la gravedad de las anemias (disminución de la hemoglobina) o policitemias (con aumento de la cantidad de hemoglobina) así como para monitorizar la respuesta al tratamiento de las mismas.

 

  • Volumen Corpuscular Medio (VCM): Es una medida del tamaño promedio de los hematíes. Los valores normales están entre 88 y 100 fl. Valores bajos pueden ser debidos a diferentes causas como las perdidas por sangrado, trastornos de la medula ósea, enfermedad renal o hemoglobinopatías. Valores elevados pueden aparecer en las anemias por carencia de vitamina B12 o ácido fólico, trastornos hepáticos, consumo de alcohol, etc.

 

  • Hematocrito (Hto): Es el porcentaje del volumen de sangre que corresponde a los hematíes. Los hombres deberían estar entre 40 y 54% y las mujeres entre 37 y 47%. Valores bajos pueden ser debidos a causas como las perdidas por sangrado, trastornos de la medula ósea, enfermedad renal o hemoglobinopatías. Valores elevados pueden aparecer en la deshidratación, enfermedades pulmonares, insuficiencias cardiacas, tabaquismo, o simplemente por vivir a elevadas altitudes.

 

  • Leucocitos o recuento de glóbulos blancos: Los leucocitos se conocen también como glóbulos blancos. Circulan en sangre y se hallan también en el sistema linfático y tejidos, constituyendo un elemento esencial de los mecanismos de defensa del organismo. Protegen frente a infecciones y desempeñan un papel importante en inflamaciones y respuestas alérgicas, además de proteger también frente al cáncer. En el hemograma convencional se consideran cinco tipos (poblaciones) diferentes de leucocitos: neutrófilos, linfocitos, basófilos, eosinófilos y monocitos.

Están presentes en la sangre en cantidades relativamente estables. Las proporciones pueden aumentar o disminuir dependiendo de lo que suceda en nuestro organismo en un momento dado. Por ejemplo, una infección puede hacer aumentar el número de neutrófilos para combatir infecciones bacterianas. En las alergias puede haber un incremento en el número de eosinófilos. En infecciones víricas puede aumentar el número de linfocitos. Y en ciertas enfermedades, como en las leucemias, algunas células de la serie blanca, inmaduras y anómalas se multiplican rápidamente, haciendo aumentar el número de leucocitos.

Deberían estar entre 4000 y 11000/ml cúbicos. Si son más altos, podría explicarse por una infección bacteriana, alergias o leucemia, y si son más bajos podría haber una patología renal o metabólica, o ser el resultado de la administración de ciertos fármacos.

La fórmula leucocitaria o recuento diferencial de leucocitos se puede incluir como parte del hemograma completo o se puede realizar en el seguimiento si el recuento de glóbulos blancos es alto o bajo. El recuento diferencial de leucocitos identifica y cuenta el número de los cinco tipos (neutrófilos, linfocitos, monocitos, eosinófilos y basófilos). El recuento individual se puede informar como un recuento absoluto y / o como un porcentaje del total de leucocitos.

 

  • Plaquetas: Las plaquetas o trombocitos son unos fragmentos celulares que juegan un papel muy importante en la coagulación sanguínea. Cuando hay una lesión y se produce un sangrado, las plaquetas ayudan a detenerlo al adherirse al sitio de la lesión y agruparse formando un tapón. También liberan señales químicas que atraen y promueven la acumulación de plaquetas adicionales y eventualmente se convierten en parte de un coágulo de sangre estable en el sitio de la lesión que permanece en su lugar hasta que la lesión cicatriza.

Los niveles normales se sitúan entre 150.000 y 400.000/mm³. Si son más altos, puede ser por la reacción a una hemorragia, y si son más bajos puede deberse a un mal funcionamiento de la médula ósea.

 

¿Qué miden las pruebas bioquímicas más frecuentes?

  • Glucosa: Popularmente conocida como “azúcar en sangre”. Lo normal es estar en ayunas entre 70 mg/dl y 110 mg/dl. La determinación de glucosa en sangre (glucemia) permite descubrir y diagnosticar estados de prediabetes y la propia diabetes. También permite controlar si el tratamiento para la diabetes es eficaz, detectando las concentraciones elevadas en sangre (hiperglucemia) o bajas (hipoglucemia).

 

  • Creatinina: La creatinina es una de las pruebas que siempre suelen formar parte de una revisión básica de salud, puesto que permite evaluar de forma sencilla la función renal. Su concentración debería estar entre 0,7 y 1,3 mg/dL en hombres y entre 0,5 y 1,2mg/dL en mujeres.

La creatinina se origina en los músculos a partir de la degradación de la creatina. La creatina forma parte del ciclo que produce la energía para contraer los músculos. Por este motivo, la cantidad de creatinina producida depende del tamaño de la persona y de su masa muscular. Esta es la  causa de que los valores de referencia sean menores en las mujeres que en los hombres.

Tanto la creatina como la creatinina se producen en el organismo a una velocidad relativamente constante. Como casi toda la creatinina es eliminada a través de los riñones, es una prueba muy útil cuando se quiere descartar una enfermedad renal, o para el seguimiento de enfermedades que podrían empeorar en el caso de afectación renal; o incluso para controlar la función renal cuando se toman ciertos medicamentos.

De esta forma, los valores elevados suelen ser indicio de una enfermedad, fallo renal, o alternaciones en las vías urinarias, pero también por disminución del flujo sanguíneo como en la deshidratación. Valores muy bajos, podrían indicar distrofias musculares, dado que la creatinina se produce en el metabolismo del músculo.

 

  • Urea: La urea se forma en el hígado cuando las proteínas se metabolizan en sus componentes (los aminoácidos), en este proceso se produce amoníaco, que a su vez se convierte en urea, para evitar su toxicidad. Los niveles normales son de 0.6 a 1.5 mg/dl.

La mayor parte de enfermedades o situaciones que afectan al hígado o los riñones pueden potencialmente repercutir sobre la concentración de urea en sangre. Si la cantidad de urea producida por el hígado aumenta o si se elimina en menor cantidad por los riñones, entonces las concentraciones de urea en sangre aumentarán. Si una lesión o enfermedad hepática inhibe la producción de urea, su concentración puede disminuir. También puede estar disminuida en la malnutrición.

La determinación de urea se utiliza principalmente formando parte de perfiles metabólicos en exámenes generales de salud (y junto a la de creatinina) como pruebas para evaluar la función renal. También como ayuda para el diagnóstico y seguimiento de pacientes con enfermedad renal (ya sea aguda o crónica).

 

  • Ácido úrico: el rango normal es de 2 a 7 mg/dl. La acumulación de ácido úrico (hiperuricemia) puede ser debida a una producción excesiva, a una eliminación insuficiente o a una combinación de ambas. En estos casos, la acumulación de ácido úrico puede causar gota, caracterizada por la inflamación de las articulaciones debida a la acumulación de cristales de ácido úrico en el líquido sinovial. El exceso de ácido úrico también se puede depositar en tejidos como el riñón, dando lugar a cálculos renales o enfermedad renal. Se puede observar una hiperuricemia en las situaciones en las que se produce muerte celular, como sucede durante el tratamiento de algunos cánceres, o más raramente a consecuencia de la tendencia hereditaria a la sobreproducción de ácido úrico. La disminución de la eliminación de ácido úrico suele ser consecuencia de una alteración de la función renal asociada a la enfermedad renal. Si es más bajo, la causa puede ser una dieta muy baja en proteínas.

 

  • Colesterol: Es una componente fundamental para nuestro organismo. No solo forma parte de las membranas celulares de todos los órganos y tejidos del organismo, sino que también se utiliza para sintetizar hormonas necesarias para el desarrollo, el crecimiento y la reproducción. Además, a partir del colesterol se forman los ácidos biliares, que son necesarios para absorber los nutrientes de la comida.

Sin embargo, a pesar de la importancia de su presencia para nuestro organismo, la vigilancia de la concentración de colesterol en sangre y su mantenimiento dentro de unos rangos recomendados (menor de 200 mg/dL para el colesterol total) son dos factores fundamentales para garantizar un buen estado de salud.

Nuestro organismo produce la cantidad de colesterol que necesita para funcionar correctamente, pero parte del colesterol proviene de la dieta. Si se tiene una predisposición genética a tener la concentración en sangre de colesterol elevada, o bien si se ingieren muchos alimentos ricos en colesterol, en grasas saturadas y/o en grasas trans, entonces el colesterol sanguíneo puede aumentar y tener consecuencias nocivas sobre el organismo.

El colesterol en exceso puede depositarse en forma de placas en las paredes de los vasos sanguíneos. Estas placas pueden crear estrechamientos u obstrucciones de los vasos o dificultar la dilatación de los vasos sanguíneos, resultando todo ello en un endurecimiento de las arterias (aterosclerosis) y aumentando el riesgo de desarrollar sucesos graves como enfermedades cardíacas o accidentes vasculares cerebrales.

 

  • Triglicéridos: Los triglicéridos son la forma en que la grasa se almacena en el organismo y constituyen la principal fuente de energía. Los valores normales se encuentran entre 30 y 280 mg/dl en hombres y 30 y 220 mg/dl en mujeres.

Los valores elevados en sangre se asocian a un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Factores como la falta de ejercicio físico, el sobrepeso, el consumo en exceso de tabaco y alcohol y también ciertas enfermedades como la diabetes y la enfermedad renal, pueden contribuir a aumentar los valores de triglicéridos en sangre

 

  • Hierro: debería estar entre 65 y 170 mg/l. El hierro forma parte de la molécula de hemoglobina. Cuando el aporte de hierro de la dieta es insuficiente, su concentración en sangre puede disminuir y empiezan a utilizarse y disminuir las reservas de hierro del organismo. Esto puede ocurrir por diferentes causas: dieta pobre en hierro o bien el organismo no puede absorber el hierro de la dieta (p.ej. enfermedad celiaca). También puede suceder en situaciones donde se produce un aumento de las necesidades de hierro (embarazo, la infancia o la adolescencia) o una pérdida crónica de sangre (como en la úlcera péptica o el cáncer de colon).

Si esta situación se mantiene, puede llegar a producirse una anemia por falta de hierro (ferropénica). La interpretación de los resultados del hierro se hace en conjunto con otras pruebas relacionadas como la hemoglobina, transferrina y sobre todo la ferritina, para así poder diagnosticar y hacer el seguimiento de la anemia por falta de hierro o situaciones de exceso (sobrecarga de hierro) en que se acumule progresivamente, llegando incluso a producir una lesión en órganos como el hígado, el corazón y el páncreas.

 

  • Ferritina: Sus concentraciones en hombres deberían estar entre 12 y 300 ng/ml y para las mujeres entre 12 y 150 ng/ml. Su determinación ayuda a conocer la capacidad del organismo para almacenar el hierro y para diagnosticar una sobrecarga (demasiada cantidad) o deficiencia (poca cantidad) de hierro. Así, valores elevados, pueden asociarse a una enfermedad con acúmulo de hierro en el hígado (hemocromatosis), y si son inferiores, puede tratarse también de anemia ferropénica, menstruación abundante o incluso mala absorción del hierro debido a alguna patología intestinal.

 

  • Bilirrubina: los valores normales se encuentran entre 0,2 y 1 mg/dl. La bilirrubina se genera como consecuencia de la degradación del grupo hemo (que forma parte de la hemoglobina). El hígado se encarga de degradar y eliminar posteriormente la bilirrubina.

La bilirrubina permite evaluar la función hepática, pero también ayuda en el diagnóstico de las anemias. Valores elevados también puede deberse a cálculos (piedras) en la vesícula que dificultan la eliminación de la bilirrubina.

Cuando existe un aumento de la bilirrubina en sangre, puede aparecer ictericia, que consiste en la coloración amarillenta de la piel y la parte blanca de los ojos. Las concentraciones de los diferentes tipos de bilirrubina (conjugada o no conjugada) proporcionan una información valiosa sobre la patología que puede estar presente.

 

 

Este mes, en Clínica Corachan hemos inaugurado un nuevo centro, Corachan Sarrià. Allí se encuentra el laboratorio de análisis clínicos SYNLAB, un espacio multidisciplinar a dos minutos de la clínica que cuenta con unas instalaciones diseñadas para agilizar la atención y ofrecer una asistencia integral y más personalizada, donde se realizan análisis de sangre y donde podrás consultar cualquier duda sobre estas.

Autor: Servicio análisis clínicos Synlab

Fuente: Labtestonline https://labtestsonline.es/tests-index

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